“Calladita”, es un libro recientemente publicado por Martina Troentle, de 29 años, donde relata con crudeza y sensibilidad los abusos sexuales que sufrió a los 14 años y su lucha contra la bulimia. Lo más conmovedor es cómo el proceso de escritura se convirtió en una forma de sanar: “Es un abrazo para esa nena que fui”, dice Martina. También cuenta cómo recién en 2024 logró hablarlo con sus padres, después de años de silencio.

Martina era una adolescente común. Iba al colegio, merendaba mirando novelas infantiles en las que las protagonistas eran “flacas como un tallarín”, como dice ahora con una risa amarga. Estaba aprendiendo a ser mujer en una Argentina en la que, según ella, “el que pesaba tres kilos más ya era el gordo del grupo”. Pero lo que no decía pesaba más que cualquier silueta. Martina tenía 14 años cuando comenzó a vivir una secuencia de abusos sexuales por parte de chicos de su edad. Durante seis meses fue obligada a participar en encuentros donde su voluntad era anulada, su cuerpo reducido a un objeto. “Me sentí sucia, rota, completamente vulnerable. Como si mi existencia ya no tuviera valor”, escribe en Calladita, el libro que publicó este año y que subtituló con crudeza: Una historia de abusos y silencios rotos.

La violencia no terminó ahí. El abuso fue también psicológico. La extorsionaban con difundir lo ocurrido, la forzaban a faltar a clases de inglés y la aislaron de su grupo de amigas. “El acto consistía en llegar y entrar al cuarto. Uno de los dos me esperaba. Yo le tenía que hacer sexo oral y, cuando terminaba uno, entraba el otro, esperando ansioso su ‘turno’”.Martina no habló con nadie. El miedo, la vergüenza y una feroz autoexigencia la mantuvieron en silencio. “Yo siempre fui muy buena en lo que hacía. Me había informado mucho para ocultar mi trastorno alimenticio y el dolor que tanto me aquejaba por los abusos”.
Sentada en su casa, escribía con una urgencia que no entendía. Palabras que salían sin aviso, como si las tuviera archivadas hace años. En su computadora, en su celular, en servilletas. A veces en notas de voz que después pasaba a texto. Y a veces, en un cuaderno a mano. Empezó en diciembre del 2024 y para principios de abril el libro ya fue presentado en la última edición de la feria del libro de Buenos Aires. Por eso, el título no admite sugerencias editoriales. Se llama Calladita. Con punto final.

«El libro fue mi manera de abrazar a la nena de 14. Esa que nadie abrazó. Es el fin del silencio. El fin de no quererse.»
Sin embargo, el gran monstruo no fue el abusador, sino la culpa. «Pensaba que hubiese pasado si hablaba el primer día, nada de esto habría pasado. Pero no hablás. Tenés miedo. Vergüenza. Creés que es culpa tuya”, admite la joven.
Igual no eligió los tribunales. La justicia —admite en varias entrevistas — no es su lugar de reparación. Al menos por ahora. Cuando el libro salió, Martina temía lo peor. Que no lo entendieran. Que lo juzgaran. Que la miraran con lástima. Pero lo que vino fue otra cosa. «Hoy me escriben papás diciéndome quehablaron con sus hijos sobre consentimiento. Eso, para mí, es la verdadera reparación. No un expediente. Me escribió gente que no conocía. Gente que sí conocía. Gente que no hablaba del tema hace cuarenta años».

Martina no culpa a sus padres, pero sí habla de los adultos. De todos. De los que no vieron, de los que miraron para otro lado. De los que minimizaron las señales. “Es un reclamo. No contra mis papás. Es un reclamo al mundo adulto”, explica.
El momento más duro de la escritura no fue describir el abuso. Ni la bulimia. Ni la culpa.Fue escribirle una carta a la adolescente que había sido. Esa carta, hacia el final del libro, resume todo. El dolor. La rabia. La ternura. “Todo el libro es eso: un intento de abrazar a esa Martina”, explica la joven escritora. Y de decirle lo que nadie le dijo. Que no era su culpa. Que sí valía la pena hablar. Que no merecía nada de lo que le pasó.
Calladita. es una historia potente, que interpela y abre conversaciones necesarias sobre abuso, salud mental y resiliencia.









