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La fuerza del amor

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Una Fuerza llamada Amor

Por Manuel Fernandez

Si existe algo delicado para el ser humano en su vida, lo es todo aquello que está relacionado a sus afectos, aquellos que él siente y aquellos que él espera de los demás. Desde el nacimiento el ser humano necesita de la protección amorosa de sus padres, y es de la madre que recibe toda la fuerza espiritual de ese vínculo que se re-alimenta toda la vida. El Amor vincular hace que el niño se sienta protegido y ante cualquier evento pueda recurrir  a quien le brinda esa seguridad. Es notable, como ese vinculo se fortalece también cuando el niño es amamantado, la comunicación se establece desde ese acto hasta la muerte del hombre en su vejez; muchas veces los seres humanos al exhalar  su último aliento, suelen llamar en sus balbuceos a quien le dió la vida con su ternura maternal… a su madre.

Los afectos envuelven al ser humano como una fuerza desde su niñez y esa fuerza vincular, le acompaña toda la vida, es el ángel protector que forma la madre en su campo de pensamiento, con su infinito amor hacia el niño. La mente de el niño suele ser como el cemento fresco, todo lo que se grave allí cuando niño, al crecer, quedará firmemente solidificado para toda su vida.

Por ello, son tan importantes los afectos para el ser humano en su niñez, porque esos afectos, la persona, los hace extensibles a todos los actos de su vida, y serán sus hijos los beneficiados que heredarán y transmitirán esa preciosa fuerza del Amor a su futura prole.

Los sufridos huérfanos de afectos, son como una isla desierta que los vientos de la vida la arrasaron sin darle la oportunidad de una sola ternura maternal. Sediento el niño deambula por la vida en busca de ese tesoro perdido, o porque perdió a sus padres o porque la aridez de un hogar mal concebido, o porque la mayor maldición de esta humanidad destruyó sus vínculos más sagrados… la maldición de las guerras.

Las guerras llevan inexorablemente a crear una humanidad de islas desiertas, hay una gran parte de la humanidad que se formará, a partir de tantos «niños de las guerras». Esos hogares envueltos en el polvo de la desolación quedarán en la memoria de esa parte de la humanidad que hoy sufre esas terribles consecuencias del desarraigo y de la ausencia que provocó la violencia arrancándolos de los brazos paternales, del pecho maternal….en suma, del Amor protector.

El hambre y las miserias humanas no se pueden comparar con la ausencia de Amor, y el mayor sufrimiento en los niños es porque ellos emiten de si mismos esta fuerza pero no hay nadie que la reciba con su misma frecuencia y así le devuelva enriquecida esa misma fuerza, esa fuerza es la que alimenta su Alma.

La humanidad adulta tiene una misión de valor incalculable, evitar la proliferación de islas arrasadas por la brutal inconsciencia de los tenebrosos poderes que crean tantas miserias; la niñez sin contención puede crear una cantidad de seres que reclamará con violencia a esa parte de la humanidad que indiferente, no evitó que se convirtieran en esas islas desiertas.

El desamor y la indiferencia, matan más que mil bombas de Hiroshima.

Todo individuo necesita de afectos, muchas personas que sufrieron una cruel infancia, al crecer y formar un hogar, tienen la oportunidad de enviar su fuerza de Amor a alguien, y quien le acompañe, al responderle con su fuerza de Amor, calmará la sed, la ansiedad y el anhelo se llenará por fin con la música celestial que tanto buscó en su niñez. Es así en la vida de todo ser, necesitamos ser correspondidos, buscamos dentro de la humanidad, esa «Alma gemela» que responda a esa fuerza del Amor que emitimos, muchas veces desesperanzados, vemos como las ilusiones de ser correspondidos por alguien, se van perdiendo, toda nuestra fuerza disminuye buscando a su vez en lo religioso un refugio, pero el refugio más fuerte siempre será el Amor de los padres que desde la niñez cubrió nuestra vida y aún en sus ausencias, cada una de sus palabras dichas en el pasado, son la misma fuerza que nos impulsa por la vida a seguir sin desmayos. Eso hace el Amor de los padres, aún ante la ingratitud de los mismos hijos, jamás claudican y llevan esa fuerza más allá de la muerte para continuar iluminando el camino de esos hijos que muchas veces no llegan o están ausentes cuando sus padres traspasan los velos de la muerte.

El Amor o los Afectos Superiores son una enorme necesidad en el ser humano, y no tan sólo para recibirlos, sino, para darlos también, emitir del Alma esa fuerza y recibirla enriquecida por otra u otras personas, aquieta toda violencia y desesperación, diluye toda soledad y ya no estará más sólo quien pueda brindar sus afectos. Por ello, y a pesar de que pueda suceder que nadie responda a nuestra emisión de Amor, tal vez debiéramos pensar en todos esos niños que están en proceso de convertirse en esas desoladas islas y comenzar nuestra adulta tarea, la de enviarles nuestro Amor, nuestra Bendición del Alma, nuestra Compasión y nuestra Materna-Paterna fuerza, la Mente y su poderoso campo de pensamiento es la mayor fuerza poco explotada por las buenas intenciones que siempre suelen quedar allí, sólo en buenas intenciones… Comencemos esa tarea, nuestra misión en la vida no puede ser más maravillosa que esta, la de sembrar el corazón fértil de los niños del mundo, con todo ese Amor que  podamos ser capaces de Dar…Dar, es Amar.. abracémosles con toda nuestra ternura, con toda la fuerza de nuestra capacidad de Amar, contengamos sus Almitas con el Espiritual gesto que sólo puede surgir del ser que comprende y…..comencemos ya esta noble tarea…y tal vez el mundo humano cambie. Gracias.

 

Manuel Fernandez es Miembro del Centro de Estudios de la Teosofia Original

 

www.teosofiaoriginal.com.ar